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lunes, 6 de octubre de 2014

De las fiestas infantiles y otras estupideces de los padres

Da-le, da-le, dale a la piña-ta… (♫)

Túmbala pa’l sue-lo, queremos carame-lo…(♫)

Así reza la infaltable canción en toda fiesta infantil en Venezuela… ¿no?


Si estás leyendo esto y tienes hijos pequeños y les has organizado su cumpleaños, o has ido alguna vez a alguna fiesta infantil, te sentirás identificado con algunas cosas que mencionaré a continuación relacionadas con estas falsas “reuniones infantiles”.

No hay mentira más grande sobre la faz de la tierra que la celebración de una fiesta infantil. ¿Por qué? Porque todas las fiestas infantiles terminan siendo gozadas por los adultos o enfermizos padres, amigos chulos, familiares criticones, vecinos lambucios, etc. Y el que menos termina disfrutando de su fiesta, de su música, de sus dulces, de sus pasapalos, de su ropa y de sus regalos es el desdichado e inocente cumpleañero.

A los ridículos padres nos entra (como ven, me incluyo porque también sufrí de esto) este virus de querer celebrar “el primer añito de mi lindura”, (no olvidemos que por más feo que sea el carajito, todo hijo es bello para sus padres). Así que planificamos cómo será “el primer año POR TODO LO ALTO de [Francisquito Antonio Gutiérrez López]” y empezamos a cometer una serie de idioteces que sí, deberían quedar grabadas para la posteridad, pero por lo ilógicas que son. En toda fiesta infantil ridícula que se respete, y me atrevo a asegurar que son el 95% de los casos en Venezuela, pasan cosas más o menos como éstas:
  • Presupuestamos la fiesta. Como queremos “botar la casa por la ventana”, queremos que la fiesta del querubín tenga de todo, a saber: zanqueros, malabaristas, payasitas, grupo de samba con garotas, mago, títeres, animales amaestrados, colchones inflables, piscina, toboganes de agua, fuente de chocolate, mesa de gomitas, mesa de dulces, mesa de pasapalos, máquina de cotufas, carro de perros calientes, dispensador de galletas, torre de “cup cakes” (unos simples ponquecitos), chupetero de 3 mts de altura, torta de 7 pisos, gelatina de 23 colores, quesillo de caviar, miniteca con luces, láser, pirotecnia, humo, espuma y 5 DJ’s; 3 terneras asadas y hasta olla de mondongo. Además de las 75 cajas de cerveza, 22 cajas de whisky, las 150 bolsas de hielo y la catajarra de refrescos pa’ los muchachos. Todo eso sin contar el alquiler del salón o lugar de la fiesta, con sus sillas, sus mesas y sus respectivos mesoneros. Y es que cuando agregamos y agregamos ítems a la prestigiosa fiesta, nos damos cuenta de que el monto para costear todo eso alcanza la aberrante cifra de no menos de 49 sueldos mínimos… y allí empieza el primer peo de la fiesta. Pero no importa. Como sea se consiguen los reales. Como dicen por allí: “Cualquier culo echa sangre”. Todo sea por la fiesta del primer añito del niño, ¿verdad? 
 
  • Hacemos la lista de invitados. Escoger a los invitados de la primera fiesta de nuestro retoñito siempre es un dilema. Por un lado queremos invitar sólo a familiares, porque son los que EN TEORÍA deberían querer “más sinceramente” al niño; pero por otro lado están todos nuestros amigos, conocidos, vecinos, compañeros de estudios o de trabajo, etc.; a los que queremos restregarles en la cara que TENEMOS BILLETE y que la fiesta de nuestro hijo SERÁ LA MEJOR. Y es así como terminamos invitando a la fiesta a 965 comensales dispuestos a criticarte a ti, a tu hijo, al lugar de la fiesta, y hasta a los tequeños que des de pasapalos. Es que a la fiesta terminamos invitando hasta a los primos que no vemos desde el entierro de la bisabuela, hace como 20 años atrás. Es así. Queremos que TODOS hablen de la fiesta. Y así será. ¡Créeme! Todos hablarán. Nadie nunca quedará del todo satisfecho.
  • Buscamos el mejor lugar. Por nuestra mente pasan lugares tales como: El Forum de Valencia, El Poliedro de Caracas, La Quinta Esmeralda, El Estacionamiento de la Rinconada, El Estadio del Parque Cachamay o hasta la rampa 4 de Maiquetía. Luego de presupuestar, sacar cuentas y echar números, terminamos pensando en un parquecito de McDonald’s, un toldito en el Parque del Este o una churuata del Parque de Caricuao. Incluso llegamos a considerar la idea de usar el salón de fiestas del edifico en donde se hacen las reuniones de condominio. Todo eso pasa por nuestras abrumadas y estresadas cabezas. Y tanto pensar y planificar, para muchas veces terminar haciendo la fiesta en el estacionamiento de un campo de softball, un sábado con los panas, tomando cervezas después de terminar un juego de la liga intermunicipal. He ido a fiestas así, que iban a ser una cosa y terminaron siendo otra muy distinta. Otras veces, para ahorrar en local, mesas y mesoneros, terminan haciendo la fiesta en la propia casa. Y al día siguiente queda la arrechera por tener que limpiar y recoger el mierdero que hicieron los queridos invitados.
  • Seleccionamos el tema de la fiesta. ¿Barney? ¿Bob Esponja? ¿Las Princesas de Disney? ¿Ben 10? ¿Buscando a Nemo? ¿La Princesa y el Sapo? ¿Hanna Montana? ¿Qué tema escoger, si el muchachito ni hablar sabe? Es por ello que nos recorremos cuanta piñatería hay en el centro de la ciudad y nos calamos horas enteras viendo Discovery Kids o Cartoon Network, para ver con cual tema nuestro niño se sentirá más complacido. Y tanto tiempo perdido frente al televisor o en piñaterías calurosas y claustrofóbicas para terminar escogiendo como tema de la fiesta el de una comiquita que a nosotros nos gusta mucho o nos marcó en nuestra infancia. Es así como he ido a fiestas en pleno siglo XXI con temas tales como: El Corre Caminos, Mazinger Z, Juana La Iguana, Garfield, Snoopy y hasta Los Picapiedra. Y uno se termina preguntando: ¿La fiesta es pa’l chamo o pa’ los papás? ¿Estoy en una fiesta retro? 
 
  • Compramos la piñata más grande. Luego de escoger el tema y decidir que a nuestro bebé le encanta Bambi, nos dedicamos a la caza de la piñata. Queremos la más grande, la más pesada, rellena con bombones Ferrero Rocher y chocolates Toblerone o M&M’s. Anhelamos los mejores cotillones, hechos con cristal de Swarovski y repletos de las más selectas chucherías importadas. Y para nada, porque como en toda fiesta (y para ahorrar costos), terminamos rellenando la piñata con esos juguetes horrorosos, muñecos y figuras de plástico de un sólo color, para hacer bulto y para que las bolsitas de los niños que agarren caramelos de la piñata se vean FULL. Otro detalle de las piñatas es que, a medida que pasa el tiempo y transcurren las épocas, éstas han ido evolucionando también. ¿No se han dado cuenta? Las piñatas de antes se tumbaban con dos palazos y con los ojos vendados. A las de ahora hay que darle 3 rondas de coñazos por carajito y sin taparles los ojos, ¡y las benditas piñatas no se rompen! Las piñatas de antes tenían la forma del muñeco en cuestión; tales como un Power Ranger, Superman, o Hello Kitty. Ahora las piñatas son un rectángulo de un material que parece una mezcla entre cartón piedra y drywall, con un papel pegado por fuera alusivo al tema de la fiesta ¡y listo! ¡Son durísimas esas piñatas! ¿O será que los debiluchos carajitos de ahora ya nacen anémicos y por eso no las pueden reventar y lo que hacen es llorar durante toda la fiesta?
  • Buscamos la mejor repostera. La torta es, por mucho, la protagonista de la fiesta. A veces hasta termina siendo el alma del evento. Es por eso que queremos que la torta sea recordada por siempre. Luego de cazar a la piñata, vamos en pos de la mejor torta. Recorremos agencias de festejos, cocineras centenarias y hasta le volvemos a hablar a la suegra, con tal de que nos haga una obra de arte inmortalizada en la repostería. Somos capaces de hablar hasta con los del programa de Cake Boss, con tal de destacarnos. Queremos una torta rellena de nutella, con chispas de arequipe, bañada con 5 leches, espolvoreada de azúcar y completamente cubierta del tema de la fiesta y con mucho color. Esa torta, capaz de matarnos de un coma diabético, será nuestro orgullo y le tomaremos como 200 fotos. De hecho, he visto padres tan ridículos que tienen un álbum de fotos del cumpleañero en su fiesta, y un álbum aparte de fotos de la torta. ¡Por favor! 
 
  • La mejor comida. Arroz con pollo, plato navideño (si es en diciembre el bonche), pabellón criollo, paella, parrilla, ternera asada y hasta sancocho de pescado he visto servir en fiestas de niños. No sé por qué, pero hay una estúpida tradición (al igual que en los matrimonios, pero de eso hablaré en otro post) de que en toda fiesta uno debe alimentar hasta reventar a los invitados. Lo cierto del caso es que la comida y los pasapalos se llevan una buena tajada del presupuesto. ¿Para qué alimentar a los lambucios? ¿Llenar la barriga de los que sólo fueron a comer y a beber mientras tú alimentas tu ego con una fiesta “espectacular y abundante”? Mi opinión muy personal es: siempre será preferible gastar esa gran cantidad de plata en cosas más importantes para ti y tu hijo, tales como un viaje o un paseo memorable a un lugar muy especial o diferente. Soy partidario de no dejar pasar el evento por debajo de la mesa, haciendo una reunión sencilla y discreta. Y si lo que quieres es gastar plata, ¡GÁSTALA EN COSAS MÁS PRODUCTIVAS PARA TU HIJO que llenarle la panza a los demás!
  • Le compramos la mejor ropa al niño. Lo importante ES LA ROPA, no el niño. O por lo menos eso es lo que muchas veces transmitimos los paranóicos padres. He visto a niños vestidos de pies a cabeza con una marca carísima de ropa, como queriendo decir sus padres: “¡Vean, mi hijo es el mejor y se viste bien!”. ¿Qué sabe un niño de jeans Levi’s, de zapatos Tommy Hilfiger o de camisas Columbia? Un niño lo que sabe es comer, llorar, ensuciarse y cagar. ¡Mas nada! Un bebé en una fiesta lo que quiere es jugar en el piso, porque de vaina sabe caminar. Y los padres lo hacen posar con TODOS los invitados para la foto, y lo reprenden cada dos por tres porque va a “dañar” la ropa si la ensucia. ¿Para qué lo visten así entonces?
  • Buscamos al mejor DJ con la mejor música. Un bebé no sabe de música. ¡Recordemos eso! A menos que tu hijo sea un superdotado que ya compone canciones y lee solfeo, pero te digo con total seguridad que ese no es el común denominador. Puede que el niño se sienta identificado con el tema de alguna película o comiquita, o tal vez se ría cuando escucha sonar alguna canción (de las muchas que la gente putea hoy día), pero eso NO SIGNIFICA que tu hijo (ni tú) sea un experto en ese género musical. Es por eso que he visto fiestas en las que lo que ponen es reggaeton, bachata, vallenato y hasta champeta. Esa música es LA QUE LE GUSTA A LOS ADULTOS. ¿Por qué ponen a sus hijos a escuchar (y hasta bailar) esa cochinada de música? He visto a niños “mini sádicos” perreando como todo un macho alfa sediento de sexo, y a niñitas que todavía usan pañales moviendo el culo como toda una futura meretriz. ¿Exageraciones mías? No creo. En una fiesta infantil se debe poner MÚSICA DE NIÑOS, o por lo menos la música que EL CUMPLEAÑERO QUIERA, y para eso no hace falta contratar a un DJ profesional. Y no hay que olvidarnos de educar musicalmente bien a nuestros hijos. En un futuro nos lo agradecerán. 
 
  • Conseguimos whisky 25 años. Dicen por allí que “Fiesta sin caña, no es fiesta”. Pero, tratándose de una fiesta infantil, ¿esto tiene que ser necesariamente asi? ¿Por qué la bebedera desmesurada de caña en una fiesta de niños? Si quieren beber como vikingos, ¿por qué no lo hacen el día después de la fiesta? ¿Por qué mantenerle el vicio a una cuerda de alcohólicos anónimos que sólo van a la fiesta por la caña y la comida, no por ti o por tu hijo? Es por eso que uno ve a los imbéciles padres organizadores del cumpleaños de su hijo buscando el whisky más caro, la cerveza más fría o el ron más añejo. No soy abstemio, ¡ni mucho menos! De hecho, soy partidiario de hacer un brindis con alguna champaña o hasta un vino, porque realmente se trata de una CELEBRACIÓN ESPECIAL. Pero, ¿volverse mierda en una fiesta PARA NIÑOS, y que tus hijos y otras personas lo vean? He visto a padres anfitriones de la fiesta que se “palotean” tanto que pierden el control de la reunión, terminando en un total ridículo. También he visto invitados vueltos mierda porque bebieron de más. Y nunca falta el borracho impertinente que quiere bailar con todas o que se vomita en el baño (del que también pronto haré un post). ¿Son este tipo de espectáculos los apropiados como recuerdo de la fiesta de un niño? Y otra cosa: Deberían prohibir fumar en las fiestas infantiles. Malditos fumadores, ¿saben el daño que nos hacen a todos los fumadores pasivos que desdichadamente nos tocó estar a su alrededor? ¿Saben que dentro de las personas que están matando, se encuentran los niños asistentes a la fiesta?
  • Pagamos al mejor fotógrafo de la ciudad. En esta búsqueda te podrás conseguir con fotógrafos “especializados en eventos” que gustosamente te sacarán los ojos y le tomarán foto a cuanta pendejada vean en la fiesta. Está bien que queramos recordar por siempre ese especial evento: el primer año de nuestro hijo. Pero es que la paranoia con las fotos a veces alcanza niveles increíbles. He visto fotógrafos tan, pero tan impertinentes, que interrumpen la entrega de cada regalo, el destapado de los mismos, la tumbada de la piñata, la recolección de los jugueticos, la cantada del “cumpleaños feliz”, la picada de la torta, la repartición de la misma y hasta la apagada de la vela, tan sólo para que uno pose y salga perfecto en las benditas fotos. Y días después de terminada la fiesta, cuando uno va a buscar las fotos, los álbumes, etc., la sorpresa es mayúscula cuando te consigues con una factura exhorbitante. Claro, también hay padres ridículos que mandan a hacer una almoahada, un cojín, una franela, un llavero, una chapa, un mouse pad, una taza, un calendario y hasta unos interiores con las fotos del cumpleaños. ¡Por favor!

Y no suficiente con todos los obstáculos con los que nos topamos y estupideces que hacemos por conseguir las cosas que acabo de mencionar, el día del bonche ahogamos al carajito con babosadas como éstas:
  • “No te ensucies, ¡la ropa está nueva!”
  • “Tómate una foto con los 654 niñitos que vinieron, anda, ellos son tus amiguitos, ¡ven!”
  • “No comas tantas chucherías ni tomes tantos refrescos, esta noche te va a doler la barriga, ¡NO!”
  • “¡Cuidado te caes y te rompes un hueso! ¡No puedes correr!” (¡coño! ¿Qué más hacen los carajitos, sino correr?).
  • “¿Cómo se dice cuando te dan un regalo? ¿A ver? Dilo, ¡DILO! ¡GRAAAAA-CIAAAAS!” (como en una panadería en diciembre cuando todos los empleados dicen: “plata pa’l cochino, graaaaciassss”).
  • “Ven, vamos a grabarte un video destapando cada uno de los 345 regalos que recibiste”. (No basta con el fotógrafo impertinente)
  • “¡No! No puedes jugar con los regalos ahorita, esos son para jugar mañana en la casa” (¡qué tortura pa’l carajito!)
Y así, ladillamos y ladillamos al chamito las 6 horas que dura la fiesta, que a fin de cuentas, el niño lo que quiere es tomar refresco, comer pepito y jugar con el papel de regalo de Barney con el que venía envuelto uno de sus regalos.

Tanto gasto, tanto cansancio, tanto estrés y tanto desorden para que al final del día los que se terminen apoderando de la música, y disfrutando de lo lindo sean los lambucios adultos, quienes terminan extendiendo la fiesta hasta las 4 am, durmiendo al cumpleañero en su cochecito o en el carro, y agarrando una borrachera descomunal, para después regodearse, diciendo: “Coño, la fiesta me quedó arrechísima… pero el año que viene lo celebraremos mejor”.

Y este patrón parece repetirse por los siglos de los siglos…

Después de todo este show, a mí sólo se me ocurre una pregunta: Toda esta parafernalia, ¿vale la pena?

4 comentarios:

  1. El verbo es lambucear.
    1. intr. Lamer, por glotonería, un plato o una vasija.

    por lo tanto, aunque no se acepta explícitamente volverlo sustantivo sería lambuceo.

    ojo con las burradas, ahora sí voy a hacerle screen shot no sea que vengan hordas a borrarlas como en el post anterior.

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  2. Wow! Qué honor para mí que mi blog lo lea un "doctor" de la 2.0 como tú, Jesús Nieves Montero!!!

    Te agradezco las capturas de pantalla, para ponerlas en mi blog "El Ortógrafo Maldito" http://gordonesroo.blogspot.com/

    Es más, como tienes tantos blogs y eres el papá de los helados, tal vez hasta te inventes otro en tu larga lista de blogs inactivos, con un nombre más o menos así: "El Gourmet Ortográfico Urbano Maldito", y hasta lo podrías manejar con tu amiguito el llorón... Sí, el mismito que tratas de defender (porque parece que él no tiene bolas para defenderse sólo) atacándome a mí.

    Qué risa, vale! No seas LAMBUCIO! Y búscate otra manera de tratar de ofenderme... porque así,si te soy sincero, ME CAGO DE LA RISA EN TU RIDÍCULA CARA...

    El sustantivo se queda así, por uso y costumbre lingüística... Y si no te gusta... Mándale una carta a la RAE y me avisas...

    Saludos, JALABOLA!

    PD: si quieres haces una captura de esto y lo publicas en tu Facebook o haces un video... Total... ¿A quién coño le importa lo que digas tú? ¡GAFO!

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  3. Pero sin que se te corra el rimmel pues.

    Que los muchachos del barrio te llamaban ¡LOCA!

    https://www.youtube.com/watch?v=M7sdI8MMhe8

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  4. ¡Qué pato, vale!

    ¡AHÓMBRATE, GORDO MARICO!

    Nunca entendí, un maricón llorón pidiéndole a un gordo pato que lo defienda de mí...

    #ArrechaLaMarika

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