De pequeño
fui un niño enfermizo. De niño sufrí de asma y otras dolencias que me hicieron
ser además de enfermizo, mimado y consentido.
Pero eso
fue hasta los 13 años, cuando me desarrollé y me convertí en todo un
adolescente pajizo y activo. Nunca más me enfermé de nada, ni de gripe. Y menos mal que hasta ahora ha sido así. Pero no soy una máquina, y en algún momento me tenía que volver a enfermar.
Todavía recuerdo
a mi mamá, dándome cuanto remedio y guarapo había para curarme el asma. También
recuerdo que en la 4ta República iba con ella al Seguro Social (IVSS) para que
me atendieran y me dieran mis medicinas.
Recuerdo que
en las antiguas salas de espera había aire acondicionado, te hacían una
historia, te llamaban por parlantes con tu nombre y apellido, y te daban las
medicinas, en frascos y cajitas con el logo del IVSS en blanco y azul. Nunca vi
ni la bandera de Venezuela ni la cara del presidente de turno.
Los médicos
y enfermeras eran venezolanos que te sonreían y se acordaban de tu nombre cuando
los visitabas. Yo lo recuerdo. Nadie me lo contó. No lo imaginé.
Y así fue
por mucho tiempo. Hasta que a un resentido militar de Barinas se le ocurrió la
grandiosa idea de “liberar” y “despertar” a este oprimido pueblo.