Escapar del estrés, alejarme de algunos problemas personales que para ese entonces me agobiaban y probar suerte con algunos proyectos comerciales que tenía en mente fueron algunos de los principales motivos que me hicieron llegar hasta Macondo con la maleta más llena de sueños que de ropa y con la cabeza más llena de ganas y de nostalgia familiar que de lógica, debo admitir. (No me fui huyendo de la justicia, de la ley o de deudas; como muchas veces los chismosos macondinos entre bromas me decían y siguen pensando #ForeverMamarrachos).
Ya lo dije en algún post por allí: La Ciudad Bolívar de la 5ta república no es ni la sombra de la que yo conocí en la 4ta. Oscuridad, miedo (por la inseguridad), soledad, desidia, hermetismo, politiquería barata, mafia y anarquía es lo que reina ahora en esa ciudad, otrora majestuosa entrada a la Guayana Venezolana, y que de verdad NO SE MERECE ESTAR EN EL ESTADO DE MISERIA Y ABANDONO EN EL QUE ACTUALMENTE ESTÁ.
Pero no voy aquí a criticar a los sindicalistas, ni a Chávez, ni a la gestión gubernamental de ningún político barrigón de turno. Aquí mi dedo acusador va PARA TODOS Y CADA UNO DE LOS HABITANTES DE ALLÍ: Los Macondinos, que con su actitud y mentalidad “de pueblo” han hecho de esa ciudad UN RANCHO.
Pero así fue: Duré en Macondo un total de 18 largos, aburridos y monótonos meses, durante los cuales tuve la oportunidad de conocer un montón de gente nueva (y ver a otro montón de gente cambiada, por los años y por la mentalidad macondina) y de conocer (padecer) de cerca lo caótico que puede llegar a ser vivir allá. Todo en la vida es un aprendizaje y sería muy injusto de mi parte decir que mientras estuve allí TODO FUE MALO. No lo fue. ¿Que fue duro? ¿Difícil? ¿Bizarro? ¡Uff! ¡Creo que mucho! Si leíste mi TL de Twitter con regularidad durante ese período oscuro de mi vida, sabes a lo que me refiero.
Pero trataré de hacer un pequeño recuento aquí de las cosas (buenas y malas) que vi, que viví y que llevo ahora dentro de mí como un aprendizaje más. Una lección de vida que me servirá para el futuro, así sea para reírme de las cosas verdaderamente incomprensibles vividas en Macondo:
- Aprendí que cuando llegas con ideas diferentes e innovadoras a un sitio nuevo, EL EXTRAÑO ERES TÚ, no los que ya estaban allí.
- Comprendí que la pobreza REALMENTE NO SE REFLEJA EN LAS CIFRAS DE TU CUENTA BANCARIA, sino que se aloja muy dentro de ti, en tu alma y en tu mente. Y esa pobreza (la de los macondinos) NO SE PUEDE ERRADICAR tan fácilmente (o tal vez nunca).
- Aprendí que Venezuela (en esa zona del país en particular) tiene muchos recursos naturales y hermosos… y que NO SON BIEN VALORADOS NI APROVECHADOS.
- Vi, de primera mano, que la idiosincrasia (o burrosincracia, para el caso de los macondinos) es una cosa que no puedes cambiar de la noche a la mañana. O los cambias o te unes y yo no pude hacer ni una cosa ni la otra con esa "gente".
- Lo había escuchado, pero fui espectador de excepción, de que los macondinos SON MUY CELOSOS. Celan su pobreza, celan su miseria, celan su mal servicio, celan lo deficiente en que se ha convertido todo, celan sus calles desiertas y oscuras, y su deteriorada ciudad. No se les puede criticar su pueblo, ni sus espectáculos, ni sus locales, ni sus reuniones, ni el “servicio” que “dan”, porque la respuesta inmediata es: “SI TANTO CRITICAS, ¿POR QUÉ MEJOR NO LO HACES TÚ?”; o también son expertos en decir: “Si criticas mi “ciudad” me caes mal, ¿Por qué mejor no te vas de aquí?”.
- Recordé lo que decía mi padre (macondino putativo con más de 30 años por esos parajes): Guayanés que no es bocón, NO ES GUAYANÉS. Son muy echones: “Yo hice, yo hago, yo tengo, yo sé, yo fui”. Pero a la hora de la verdad, no saben, no tienen, no hicieron ni fueron.
- A pesar de conocer gente muy extraña, también conocí gente muy especial y guardo su amistad como un tesoro muy preciado para mí. Espero mantener el contacto, como muestra de recíproco y sincero aprecio.
- Aprendí de muy mala manera que los HIPÓCRITAS y los JALABOLAS están en los lugares más recónditos del planeta, y Macondo no es la excepción. Qué decepción me llevé con algunas personas, pero qué buen aprendizaje de vida me resultó.
- Si hay un adjetivo que caracterice a los macondinos es uno: EL CONFORMISMO. Tal vez por eso yo (Eterno Inconforme) no me adapté a estar allí. No puedo ver las cosas que pasan y quedarme callado. ¡Y allá TODOS LO HACEN! ¡Pobrecitos!
- Recordé que la macondina es caliente por naturaleza. Pero es una calentura extraña. Tal vez algún día escriba un post al respecto, pero de verdad que es una “calentura fría”… una putería extraña, diferente, con dejes de “mala cama”. “Calentonas” y cuaimas como ellas solas…
- Aprendí a cruzar las calles con 4 ojos. Más pendiente que si cruzara una autopista de 6 canales en Caracas, pues los macondinos manejan como su gentilicio: A LOS COÑAZOS.
- Nunca pude entender ni aceptar cómo viviendo al lado del Padre Rio, del imponente Orinoco, la gente se tiene que conformar con bañarse con totuma o con un chorrito que parece una gotera (y eso, en los lugares que llega agua, porque en esa “ciudad”, AUNQUE PAREZCA MENTIRA, hay muchos sectores en los que lo que sale por la tubería es agua arcillosa o sencillamente carecen del preciado líquido).
- Pude percatarme de que el macondino sí, baila calipso, pero eso dista mucho de lo que es bailar y apreciar realmente verdadera música. El calipso es uno de mis géneros folklóricos favoritos, pero de ahí a ponerlo en cuanta reunión, fiesta, tomadera, bochinche y jujú asistas, ya la cosa cambia… ¿Bailar (y mucho menos OÍR) salsa buena en Macondo? ¡Qué va!
- Pude entender “desde adentro” por qué el Sector Público en Venezuela es una real y verdadera mierda. Vi burocracia, chanchullos, peloteos, engavetamientos y cuanta cosa rara e inexplicable uno se pueda imaginar en esas misteriosas oficinas. Una experiencia laboral más para mí. Y decepcionante, debo decir.
- Recordé eso del “Slow Motion” que se puso tan de moda en el Mundial de Futbol del 2010, pero que verdaderamente es allá en Macondo en donde lo practican con verdadera facilidad. ¡Qué gente para hacer todo lento, y con caligüeva! Les tienes que jalar bolas para que vayan a tu casa a repararte un aire acondicionado, para reunirte a hablar de negocios, para que te reparen el carro en un taller, etc. y así es en cualquier lugar al que vayas o casa que visites.
- Entendí por qué el turismo de la zona ESTÁ CASI EXTINTO. La cultura de servicio sencillamente la tienen en los pies los macondinos. ¿Tratar bien a un turista, nacional o extranjero? ¡Por Favor! Y hay macondinos que se llenan la boca diciendo: ¡Yo Soy TSU en turismo! #NoMeJodan.
- Y hablando de pies… ¡Por Dios! Los pies más feos de mi vida los he visto en esa pequeña localidad. ¿Será porque tanto hombres como mujeres andan descalzos desde chiquitos? (Patas en el suelo #ModeOn). No lo sé, pero de verdad que admiro a los pedicuristas de Macondo. ¡Tienen estómago! Aunque en honor a la verdad, me atrevería a decir que allá no existen pedicuristas, sino PODÓLOGOS.
- En Macondo puedes conseguir comida muy barata y de buena calidad en algunos restaurantes, pero LA ROPA, LOS REPUESTOS DE CARROS, LOS ACCESORIOS, LOS EQUIPOS ELECTRÓNICOS, LAS MEDICINAS, LOS ELECTRODOMÉSTICOS y cualquier otra cosa, son MUY PERO MUY COSTOSAS. ¿Qué raro, no? Otra cosa muy económica en Macondo es un rato con una chica (de esas que llaman prepago), porque hasta gratis te puede salir, si le gustas.
- Y hablando de comida, la experiencia con mi Cocinera Satánica ha sido algo de lo que nunca me podré olvidar. Y es bueno no olvidarlo, porque me permitirá apreciar más la creatividad femenina en la cocina y valorar tanto la participación masculina en la compra de los ingredientes como en la preparación de los platillos. Ya sé LO QUE NO SE DEBE HACER con la comida. Rebajé 20 kilos, de los cuales 18 se los debo a ella.
- Y a propósito de los kilos, y el sudor. Recordé que en Caracas el sedentarismo nos agobia, además del estrés. En Macondo retomé mis prácticas de karate y ahora en Caracas espero continuarlas. Y si no lo puedo hacer, por no haber escuelas de ese mismo estilo aquí, por lo menos espero participar más a menudo en actividades deportivas y de esparcimiento que tanto necesitan nuestros cuerpos.
- Las inmobiliarias de Macondo son DE LO PEOR. Y lo digo con propiedad: TODAS SON MALAS. Mal servicio, malas fotos, mentiras, dilaciones y embarques es lo que tuve que pasar con las 4 o 5 que visité cuando intenté comprar casa en esa “ciudad” (menos mal que no lo hice). Y lo peor es que allí las casas aún se consiguen a precios muy accesibles; pero si quieres comprar casa en Macondo (sólo los macondinos lo harían, pues no creo que ningún "no macondino" en su sano juicio lo haga), mi recomendación es que salgas y busques por tu cuenta, porque ¡INMOBILIARIAS DECENTES NO HAY!
- Aprendí que hay todavía (más de lo que Uds. se imaginan) mucho machismo y “diferencia de género”. Hombres que tratan a sus mujeres como coletos y mujeres QUE LO FOMENTAN, y viceversa: Mujeres que castran a los hombres para que estos las amen y les sean fieles; y hombres que se dejan… Hombres que creen que la mujer está atada a la casa o a los hijos y mujeres que quieren estar amaneciendo y bebiendo todos los días. Vainas locas al respecto vi muchas, la verdad. Triste mentalidad.
- Comprendí REALMENTE ese refrán de “Pueblo pequeño, infierno Grande”. No hay un lugar en Macondo en el que no te metas sin que siempre salga un bolsa a decirte: “¡Hola fulano! ¿Tú por aquí?”, o “!Epa! Ayer te vi entrando al sitio aquel”. Todos saben tus movimientos, todos te conocen y todos lo comentan. Prefiero el anonimato que te otorga un infierno más grande como el caraqueño, la verdad.
- Extrañé mucho, PERO MUCHO, el cojeculo de mi Metro. Nada como ir bien apretado en un vagón del metro, con un sobaco extraño en la cara o unas tetas de silicona en la espalda, pero en la sana paz de un espacio que no tiene esa música del infierno que colocan los buses macondinos. Y yo que me quejaba del transporte público en Caracas, ¡Por Dios, lo de Macondo no tiene parangón! La gente de Caracas podrá oler mal también… pero como los macondinos, ¡NUNCA!
- Extrañaré los amaneceres macondinos. Despertar con el trino de pajaritos, de loros o guacamayas. El sordo rumor de la brisa al chocar con los arboles o la lluvia al caer, con su sonido especial y su olor característico son cosas que en Caracas rara vez se ven.
- Y hablando de lluvia, extrañaré esos espectaculares aguaceros de Macondo, que duran 45 minutos, y que ponen las aceras y calles como verdaderos ríos, pero que a los 5 minutos de haber llovido, todo vuelve a la normalidad. En Caracas basta una lluvia de 15 minutos para colapsarnos el día. Ni modo.
- El clima fue algo a lo que NUNCA me adapté. De hecho, cuando me mudé para allá lo dije, porque aunque nací en tierra caliente, ¡QUÉ VA! ¡Ese sauna no es pa’ mi! Adoro los sweaters, las chaquetas y el empierne rico con clima fresco y natural (porque empiernarse empegostado y con sabor a cobre en la piel no es muy agradable que se diga).
- Extrañaré las hilarantes tardes de curso de inglés con los macondinos. ¿Cómo olvidar tan cómica experiencia? “Loro viejo no aprende a hablar” es un refrán que inventó alguien que alguna vez intentó enseñarle otro idioma a algún macondino, ¡Seguro!
- Comprendí por qué el gobierno central hace lo que le da la gana con el fucking racionamiento eléctrico. A la gente del interior (incluida Macondo, que de paso, genera la energía eléctrica de casi todo el país) la negrean, y no les importa que se les dañen sus equipos electrodomésticos o que la gente pase trabajo con los constantes bajones de luz, porque total, Caracas es Caracas y macondino no es gente, ¿Verdad? (además de que los macondinos no reclaman, no hacen ni dicen nada y se calan sus apagones de la manera más dócil posible).
- Vi cómo de 12m a 2pm esa “ciudad” SE DETIENE POR COMPLETO. Los negocios cierran, las santamarías bajan, las puertas de las oficinas se cierran con llave, los teléfonos se descuelgan, los televisores sintonizan las novelas de rigor y el macondino se entrega al sopor del medio día. Yo me quejaba de que en Caracas perdía casi 4 horas diarias de mi vida en colas, ¡Pero en Macondo sencillamente NO SE USAN!
- Aprendí a valorar la importancia de los fines de semana. Porque si los medios días son muertos en Macondo, tienen que ver como son los fines de semana. ¡Definitivamente una villa zombie! Todo cerrado, todo vacío, nadie en las calles, no hay lugares a donde ir y si le dices a alguien para salir o visitarlo, te contesta: “Estoy muy ocupado en casa”. (¿Haciendo qué? ¿Limpiándole las hojas a la mata de mango del patio?). Nunca entendí.
- Aprendí a valorar la vida en la "jungla de cemento", pues vivir en la ciudad te hace tener siempre los 5 sentidos alertas para no ser presa fácil del hampa en el interior del país (que por esos lares tampoco es muy pilas que se diga).
- Extrañé vivir en apartamentos cerrados y lejos de la vista de los metiches vecinos. Porque vecino macondino que se respeta, sabe cuándo llegas, cuándo sales y a dónde vas; ve con quien llegas y con quien sales; está pendiente de la ropa nueva que usas, de los kilos que perdiste o ganaste, de las cosas que te compras, del celular que tienes y hasta de la música que escuchas. Muy probablemente tu macondino vecino sepa "cuantos echas” en una noche… si es que los echas… (O si no los echan contigo, cuando tú no estás).
- Aprendí a valorar la importancia de tener contigo SIEMPRE unos buenos audífonos, un iPod, un MP3, MP4, MP5 o cualquier cosa que suene y te aísle de la música que oyen los macondinos o de las conversaciones de estos en una cola del banco, de la farmacia, del instituto, del mercado o donde quiera que sea que se reúnan 2 o más “paisanos de allá”. Qué gente para hablar feo, gritao' y mal; y así como hablan, medio escriben.
- Comprobé perfectamente bien que eso de la “Leyenda de la Cabeza de la Sapoara” es ¡PURA PAJA! Yo comí Sapoara, Lau-Lau, Boca Chico, Payara, Morocoto, Cachamoto y cuanto pescado sale del Orinoco, tanto en sopa, como frito y guisado; cabeza, cola, aletas y branquias… Y NO ME QUEDO NI ME QUEDARÉ EN MACONDO (¿Y con una macondina? ¡MENOS! ¡Dios me ampare y me favorezca!).
Traté de querer a esa “ciudad”. Traté de adaptarme a ella (o al ritmo y estilo que su gente le imprime) pero fracasé. Ya lo intenté una vez hace años, cuando viví con mi padre y me fui asqueado de ella; pero ahora que volví, me fui decepcionado… y a decir verdad, no creo que lo vuelva intentar… Salvo en alguna que otra visita ocasional.
Guayana es una zona con un ENORME potencial (estratégico, geográfico, económico, natural, etc.) e indudablemente que hay mucho talento humano, pero lamentablemente también hay mucha mediocridad… que pareciera que a sus habitantes la mayoría de las veces les gusta hacer prevalecer.
En fin, puedo decir que todo pasa por algo. Si no hubiese sido por ese “Año Sabático” que me tomé en Macondo, no fuera el Roosevelt que soy en este instante, pues como toda experiencia, esa particular ciudad aportó algo en mí (no sé qué, pero algún aporte debe haber por allí).
Vuelvo a mi caos, a mi infierno, a mi cojeculo, pero al fin y al cabo a mi elemento, donde me sé mover, en donde todo parece difícil pero a veces es más fácil de lo que crees, en donde tengo más amigos que detractores (o estos últimos se notan menos, porque total, en todos lados siempre vamos a tenerlos) y en donde no te miran como bicho raro. Vuelvo a Caracas, donde, aunque también hay cosas que no funcionan adecuadamente, envidia, jalabolas, etc., por lo menos existen 10 mil opciones de esparcimiento, de estudio, de cosas en las que emprender y no el total estancamiento y atraso como en el que están sumidos los anacrónicos macondinos…
Tampoco dejo Macondo echado de mi empleo, ni huyendo de nada... (como se podrán preguntar los mismos chismosos hipócritas que ya mencioné más arriba). Simplemente me di cuenta (y de qué manera) que ese pobre pueblucho no es lugar adecuado para personas emprendedoras, vanguardistas, o para proyectos comerciales innovadores, puesto que el promedio de vida útil de un negocio nuevo en esa "ciudad" es de 2 meses. Luego de este tiempo, todo comercio, idea, proyecto o local sencillamente quiebra, cambia de nombre o se acaba. Visto eso, decidí pasar la página antes de que fuera demasiado tarde para mi... y si huyo de algo, es de la mediocridad en que allí viven.
Tampoco dejo Macondo echado de mi empleo, ni huyendo de nada... (como se podrán preguntar los mismos chismosos hipócritas que ya mencioné más arriba). Simplemente me di cuenta (y de qué manera) que ese pobre pueblucho no es lugar adecuado para personas emprendedoras, vanguardistas, o para proyectos comerciales innovadores, puesto que el promedio de vida útil de un negocio nuevo en esa "ciudad" es de 2 meses. Luego de este tiempo, todo comercio, idea, proyecto o local sencillamente quiebra, cambia de nombre o se acaba. Visto eso, decidí pasar la página antes de que fuera demasiado tarde para mi... y si huyo de algo, es de la mediocridad en que allí viven.
Con nuevos proyectos en mente, nuevas metas y ¡Nuevas expectativas!, regreso a mi ciudad de origen (aunque no natal, como bien saben los que de verdad me conocen), y de la que debí salir para añorarla y valorarla un poco más.
Y de verdad, verdad, lo único que me duele de dejar Macondo es que voy a perder mis Mayors en Foursquare… de resto, ¡Ni pendiente con lo que suceda o deje de suceder en ese hueco y sus tristes habitantes!
PD: Gracias Macondo, nos veremos en algunas vacaciones… ¡Pero nada más!
Los dejo con el video de una EXCELENTE CANCIÓN que ilustra muy bien mi regreso a la "Ciudad de la Furia”.
Y con otra canción, que describe de manera MUY ACERTADA a Macondo y la actitud de sus pobres habitantes.
Y con otra canción, que describe de manera MUY ACERTADA a Macondo y la actitud de sus pobres habitantes.